
Qué bien estamos cuando estamos todos;
y cada uno saca del otro
una intimidad distinta
que ahora, relajados,
compartimos con el resto.
Nos reconocemos en las voces
y los gestos que se sientan a la mesa.
A veces, escogemos un timbre, uno,
y decimos
eres tú,
con quien tanto he vivido.
Sé las manos que ondean al extremo,
hace años aprendí esos colores,
que ahora brillan en la noche.
Pronto, vuelan los nombres,
se precipitan las palabras
como de una fuente que, escondida,
mana asombrada y nueva.
Nos reconocemos
en los ojos grandes y los labios tibios;
en las fechas y en los países.
Qué bien estamos cuando estamos todos.
Qué alegres los cuerpos, que no pesan.
Quisiera que no falle la memoria
y este sea otro día que quede siempre.
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